Una sombra (la mía supongo
con la tibieza de quien duda)
se traslada ofuscada tras mis huellas
con una trampa, como la de todo espejo,
cambia con el sol:
me huye, me persigue;
le huyo, la persigo
dueña de su truco visual
como toda magia, como todo mago,
va dibujándose infinitamente
tanto como se desdibuja
con la pluma astral del engaño
sin los estigmas ni el nombre
de quien camina éstos (sus otros pasos)
acosa involuntariamente sus sueños
ama sus amores, se detiene, avanza,
envejece pero no sangra, ni se hiere,
aunque completa figurativamente
esa sombra diferente que huye a mi padre
que le persigue y a sus sueños
que alguna vez se confunden con los míos.
Leonardo Vergara