En bicicleta. Desde barrio Los Olivos, donde vive en Villa
Dolores, Ninalquín sale en bicicleta a repartir su revista, que llega a varios
continentes.
Desde su casa, el poeta escribe y diagrama su revista en la
vieja máquina de escribir.
Una pasión semejante al fuego
Rafael Mario Altamirano - Ninalquín-, Por Miguel Ortiz
(Especial) Nota aparecida en el Diario La Voz del Interior el Martes 14 de
agosto de 2001
Por las calles de esta ciudad, el hombre de apariencia
frágil y mirada fuerte distribuye desde hace casi 35 años su revista literaria
en una vieja bicicleta. Su presencia pintoresca y querida por los transerranos
parece pincelar la típica figura del artista despojado, ese que en su andar
incansable busca más el afecto y el respeto que el poder o los laureles.Rafael
Mario Altamirano nació en Córdoba capital casi por accidente, un lunes frío de
1934. Tres años después, la familia regresó a su lugar de origen en el
departamento Minas: un paraje llamado Ninalquín, que vio crecer a este poeta
prolífico.
“Semejante al fuego” es el significado del vocablo
comechingón “Ninalquín”. El mismo nombre que Altamirano eligió como su
seudónimo, el mismo con el que se lo conoce en Traslasierra y en el país a este
artista intenso y humilde.
La tierra baya
“Allá solía sentarme a escribir mirando las sierras, en
cuadernos que yo mismo me fabricaba con papel de envolver, ese de las bolsas de
harina” recuerda el poeta evocando el paisaje agreste en el que creció junto a
sus nueve hermanos, sus ovejas, sus problemas de salud y sus lecturas a
escondidas. “Me costó aprender a leer –afirma– en el primer grado fue el peor
alumno, pero en segundo grado fui el mejor”. Cuando tenía 14 años murió su
padre. Entonces “no se podía perder el tiempo leyendo o escribiendo, cuando
había tanto que hacer”.
El joven Rafael fue tímido y tuvo amigos de mayor edad
con los que compartía el gusto por la lectura o por las carreras cuadreras. A
los 19 años escribió por primera vez un poema. A la misma edad tuvo que viajar
a Córdoba a buscar trabajo. Lo consiguió en la construcción. Después cargando
piedras y leña en Malagueño. Luego, en Yocsina, sudó y sufrió con la cal, hasta
que una vez más su salud exigió una tregua, que le fue concedida con un regreso
de dos años a Ninalquín.
Anhelos desvelados
En 1962, en Córdoba, durante un homenaje a Arturo
Capdevila, conoció a Oscar Guiñazú Alvarez, el escritor que creó los Encuentros
de Poetas de Villa Dolores. En enero de 1963 Ninalquín participó del segundo
encuentro. Después, fue el mismo Guiñazú quien le consiguió trabajo en la
Municipalidad. Ingresó como bañero en la vieja pileta municipal. Luego fue
inspector de tránsito y después, durante 31 años, oficinista. Mientras tanto,
en ningún momento dejó de soñar y de escribir.
Juntando ahorros, en 1964 publicó Tierra baya, el primer
libro en el que celebraba ante todo el paisaje de sus sierras. Quien cada vez
era más conocido como Ninalquín siguió con su poesía y con su vida en Villa
Dolores, rincón desde el que publicó seis títulos más (Ver Libros y premios).
En 1967, con la ayuda de dos compañeros del municipio,
dio forma a la revista bimestral que hoy continúa editando con su máquina de
escribir. En 1968 se casó con Beatriz Cuello,
con quien fue padre de Bettina, Sandra y Andrea, motivo de mucho de sus versos.
“Experiencia excepcional”
En el centro de Villa Dolores, el hombre y su bicicleta
se cruzan con un joven.
–¿Y... Poeta, qué premio ha recibido esta semana?
–Esta semana ninguno– contesta el artista sospechando la
chanza.
–Entonces hay que reclamarlo...
La profusa obra de Ninalquín es reconocida con una
frecuencia llamativa en certámenes de distintos puntos del país y el exterior.
Participar y ser premiado en concursos se ha convertido para él en una
costumbre saludable. Su prestigioso colega Osvaldo Guevara ha llegado a decir:
“La noticia va a ser cuando Ninalquín no reciba un premio...”.
Pero el hombre, pequeño y modesto, que es noticia en un
sector de la realidad que parece cotizar cada vez menos, pasa en su bicicleta
cargada de estrofas y pocos sospechan que es noticia, o que es el dueño de un
tranquilo fervor, que se parece al fuego manso. El oficio de sus versos parece
no tener límites. Puede cantarle a la vida, a la muerte o a la sierra. Puede,
incluso, “escribir a pedido” o jugar con las rimas como pasatiempo o desafío.
“Soy un tipo fervoroso y consecuente –dice en un esfuerzo
por definirse– y yo siento que la gente me ha querido, yo siento como un halo
protector alrededor mío, lo de Provincia nunca fue negocio, pero ha sido una
experiencia de vida excepcional”. ¿Algo más?
Libros y premios
Villa Dolores. Dificultades económicas y de salud no
impidieron que en más de tres décadas la revista Provincia apareciera
mensualmente. Pero además, Ninalquín se las arregló para publicar los
siguientes libros:
Tierra baya (1964)
Sabor vernáculo (1966)
Amor con H (1974)
Aves de silencio (1983)
Anhelos desvelados (1987)
Desangelado tiempo (1997)
Variantes de mi duende (1997).
Incontables premios nacionales e internacionales hablan
de la calidad literaria de Rafael Mario Altamirano, poeta que además ha sido
nombrado miembro de la Academia Di Pontze, en Italia.
Recuerdos de “Provincia”
Villa Dolores. A un precio de 10 centavos, el 16 de
octubre de 1967 apareció en esta ciudad el primer número de la revista
literaria Provincia, la misma que su director hoy sigue ofreciendo a dos pesos
en su vieja bicicleta.
El todavía agradece a Doña Nelva de Tula, que dibujó las letras
góticas con el nombre en la tapa, y a Marcos Silva, que le ayudó a tipiar cada
extensil (original para el sistema de mimeógrafo), todos por entonces empleados
del municipio.
El primer número difundía notas y poemas de autores
consagrados como de otros absolutamente desconocidos, todos con su nombre y
dirección. Ya se marcaba entonces el espíritu de Provincia: difundir poesía sin
ninguna discriminación.
Rafael Mario Altamirano asegura que su publicación nació
por una necesidad económica y algunas veces cumplió su objetivo. Una tarde de
1969, el joven padre de familia no tenía qué traer para la cena. “Me fui por la
(calle) Belgrano, vendí tres (revistas) Provincia y con eso me alcanzó para la
carne” recuerda hoy con esa voz que no quiere molestar a nadie.
A 34 años de aquel inicio, Ninalquín se enorgullece de
sus logros, que poco tienen que ver con lo económico: aún distribuye su revista
en bicicleta, y luego de 25 años de publicación pudo cambiar su vieja máquina
de escribir Remington por una Olivetti 48. La misma diagramación y edición
sigue siendo tarea artesanal, aunque en 1981 pasó del mimeógrafo al offset.
Eso sí: hay bienes que no tienen precio. Provincia llega
desde hace décadas a distintos puntos del país y del mundo. Es conocida en
España e Italia, tiene lectores en confines impensables, como Ucrania o Japón.
Su director ha sido distinguido por su labor cultural en México y España,
aunque nunca pudo viajar para recibir aplausos. Sin embargo, él asegura que la
revista tiene ese nombre porque quería unir a los departamentos del oeste de
Córdoba.
Rafael Mario Altamirano - Ninalquín-. Por Miguel Ortiz (Especial) Nota aparecida en el Diario La Voz del Interior el Martes 14 de agosto de 2001